Llegabamos a este restauransito chick del que relato, casi siempre con un cuponsito sacado de internet para amortiguar la cuenta, comiamos super rico, una platiquita significativa sobre el futuro, el pasado, las arañas peluditas o lo que fuera, cervezitas, postresito, hasta me llegaba a echar un cigarrito cancerígeno (si lectora, fui fumadora antes de ser mamá y si lectora lo admito, de vez en cuando lo extraño harto), de las pocas cosas que le podían a uno arruinar su salidita dominguera a comer al restauransito chick, era que alguna pareja desvergonzada llevara a su crio, pero como se les ocurre a esas gentes llevar a un lugar así al chiquillo de brazos a oírlo lloriquear o peor al hijo de 2 o 3 años, que grita, patalea, hace berrinche, hasta se antojaba gritarles "señora mía, a unas cuadras hay cajitas felices, por favor mas respeto para los comensales"
Soy esa mamá, soy esa mamá del otro lado que se lleva las miradas, me he convertido en un licuado realizado en base a todas esas mamás o papás a los que volteé a ver feo en el pasado por salir a restaurantes con sus niñitos mal educados, un licuado que a lo que mas sabe es a karma.
Cuando meatball era eso, una ball de meat, todo era diferente, me lo amarraba en el trapo en mi pechito y en lo que haciamos la caminada al lugar en cuestión, meatball se dormía, podía pasar yo sentada 2 horas en el bendito lugar, tomándome una cervezita, conviviendo con colegas de la chamba, con mi marido, con amigas, platicando y degustando con cuidadito mi cortesito o lo que a mi se me antojara pedir para al final retirarle las migajitas de la cabeza y comérmelas también como un segundo aperitivo.
Mas o menos a los 8 meses, un fin de semana antes de mi cumpleaños, para hacer celebración adelantada, nos fuímos con meatball en el trapo a otro de estos restauransitos de la Condesa, un cupón para cortes y cervezas, muy a nuestro estilo frugal (tacaño) de vivir, al llegar eramos los veintiúnicos en el local, por vez primera pedimos una sillita periquera, de pura suerte tenían dos sillitas y sentamos a meatball en su sillita, lo amarramos con el trapo, lo acercamos a nuestra mesa y se entretuvo comiendo de nuestra ensalada... esta bien, mentí, se entretuvo comiendo de nuestras papas fritas.
Esa tarde comimos, nos tomamos unas cervezitas, nos relajamos, platicamos, me sentí libre, ahí sentada comiendo con mi hijo a mi lado, mi hijo era especial, el iba a ser de esos niños tranquilos y bien educados que se sentaban en su sillita periquera las dos horas que sus padres degustaran sus platillos, en que bendito error estaba.
Tras esa tarde de buena conducta siguieron algunos meses similares, sentábamos a meatball en su sillita y lo entreteníamos con comida, algunos días prefería sentarse en nuestras piernas, pero de ahí en mas nada del otro mundo, hasta que descubrió como caminar y entonces fue cuando nos convertimos en víctimas de nuestro propio éxito.
Mi hijo es ese niño, la cosa ocurre practicamente igual en todas las salidas a comer, llegamos al restaurante y se nos ofrece una sillita periquera, la aceptamos siempre porque la fe es lo último que muere, al momento de tratar de ensartar al chiquillo en la silla, se detiene con sus piesitos y se empieza a retorcer como gusanito con sal, ok, el esfuero se hizo, lo sacamos y empieza la fiesta.
Meatball corre por todo el restaurante fascinado, se escabulle entre las mesas, se limpia las manitas embarradas en los pantalones de otros comensales, se mete a la cocina, mete las manos a la cubeta del trapeador, se trepa en las sillas, se baja y se vuelve a trepar, aveces son sillas vacías en mesas llenas, lo cual lo hace todavía un poco mas entretenido.
Me han hecho la pregunta mas de una vez, meseros, otros comensales o compañeros de mesa "y si lo sientas en su sillita?" pero entonces yo siento la misma sensación que tenía cuando meatball bebesito lloraba incansable y me decían "y si le das pecho", la gran diferencia que a estas alturas ya me es un poco mas fácil comprender como funciona meatball o mas que como funciona, como funciona nuestra relación, el hace, yo me adapto a su hacer, hasta una linea muy fina y confusa entre lo permitido y lo no permitido que lo pueda dañar o dañar a otros.
Mentiría si digo que no añoro, que no recuerdo aquellas comidas en paz y tranquilidad, ya sea en las alitas con unos tarros de chela o ya sea en nuestro chiquirestauransito defeño favorito con una jarra de clericót, pero he aprendido a adaptarme y se que van a volver, solo no se bien cuando y quizás para cuando vuelvan, de lo único de lo que vamos a hablar es de lo que hace o dejó de hacer el chiquillo o los chiquillos, si continúan los planes en pie o a la mejor en vez de alitas y chelas vamos a pedir claras de huevo con nopal por aquello del colesterol y de la dentadura.
Hoy por hoy nuestras comidas son como esos juegos de obstáculos en equipo, en donde uno corre desesperado mordiendo una cuchara sosteniendo un huevo y llega deshecho con el otro a darle una palmada, entonces el otro se mete al costal y sale saltando como loco mientras el primero se echa al suelo a respirar y avienta el huevo, la cosa es que en este equipo, uno sale corriendo tras de meatball y el otro engulle sus sacrosantos alimentos.
Nos rendimos, de verdad que la lucha se hizo pero nos rendimos y creo que el aceptar que no podíamos mas fue el inicio de una maravillosa etapa, de una etapa que me llena de nostalgia o que se hace un deja vú, porque hace mucho... bueno no tanto, la viví, los restaurantes de comida rápida, los benditos maravillosos, grasos y cancerígenos restaurantes de comida rápida, aquellos con los que nos condicionaban las mamás "si te portas bien, te llevo al manonas", la única diferencia es que ahora la motivación es diferente.
La primera vez fue en un Carl's Jr, mi marido y yo somos fans particulares de esta cadena de comida rápida que es poco mas "nais" que las demás y poco mas cariñosita también, llegamos un Domingo en la mañana, el sartén en casa se puso en huelga y nos pidió de favor nos fuéramos a buscar pancakes a otro lado, así que se nos ocurrió llegar a con don Carlitos, no podría expresar lo que sentí al comer sentada al lado de mi marido, masticando la comida mas de dos veces antes de engullirla mientras mirábamos a meatball fascinados trepando por la redesita, aventándose de la resbaladilla, subiendo y bajando escalonsitos, si se cae, pues que se caiga, las caídas en el piso de foamy valen menos, si no llora nunca pasó, los pancakes procesados me supieron a pancakes artesanales y el café punta de Cielo con refill me supo a nespresso, teniendo en cuenta el tiempo que tenía que no me tomaba un café sentada que no estuviera frío o hirviendo.
Ese fue nuestro principio, nos re definió, nos gusta comer fuera, los sartenes y las ollas en casa son bien nefastos, de un día para otro, casi siempre en fin de semana pero de repente hasta entre semana, simplemente se enhuelgan y nos piden de la manera mas atenta pidamos comida a domicilio o nos vallamos a comer, así que obedientemente salimos, pero en esta ocasión, tenemos ya una lista (mi marido, mi marido es el de la lista) en donde tenemos los restaurantes de Guadalajara con las mejores áreas infantiles, que no estén separadas de las mesas, si no que las mesas estén casi adentro de la alberca de pelotas, porque a la tierna edad de meatball la opción mas tangible es estar a una distancia muy cercana para cacharlo de la resbaladilla y para consolarlo cuando aquella niña del mal me lo rasguña en la frente (es verídico, pero estamos tratando de superarlo).
Ahora salimos con gusto, emocionados, a lugares donde a uno ya nadie lo ve feo... a menos que tu hijo aventara a otro pero como en nuestro caso nuestro meatball pasa a ser el bulleado casi siempre yo soy la que ve feito a otras mamás, no solo comemos agusto, meatball se encanta, sube, baja, trepa, brinca y salta, seguimos sin lograr que se esté quieto en la periquera, pero no me molesta llevarle bocaditos al área de juego (seguro al señor que limpia el área de juegos si le estresa un poco pero me gusta pensar que va implícito en la cuenta con el refresco de 30 pesos). Para terminar el paraíso, llega muerto de cansancio a casa, aveces se duerme en el coche y lo pasamos a la cama para que se eche una maravillosa siesta de mas de 2 horas, tiempo en el que papá y mamá reposan las coronarias saturadas de papas fritas o vemos cual novios una mala película sin volumen (si, nos acostamos a ver películas en la cama con meatball dormido en mute y nos encanta... adaptación... adaptación...)
Lectora, si usted esta en esa rara e incomprendida etapa donde una parte suya de usted quiere salir a un rico lugar a comer y a convivir con familia y amigos y otra parte de usted, como yo, se vuelve loca correteando chiquillo y solo quiere que termine el martirio, no sufra mas, espero y mi historia le funcione, vaya empezando su listita, hay páginas de facebook especiales para padres desesperados que buscan lugares donde los niños se entretengan, aunque usted no lo crea, ya verá lo maravilloso que es volver a comer sentada y sorber una cervecita (esto no en un lugar de comida rápida... aunque para todo ha de haber mañas...) mientras su chiquillo o chiquilla retoza y socializa fascinado, estimulación para su hijo, una rica comida para usted y casi siempre un descansito para el bolsillo con los combos de oferta, una situación win win win, espero le funcione tanto como a mi, gracias por leer.